miércoles, 2 de julio de 2014

EN UN LUGAR DE LA MANCHA...



Hay que seleccionar bien las batallas si no queremos que nuestra vida se convierta en un frente abierto donde en cualquier momento puede asomar el enemigo.
No hay sistema nervioso que lo aguante. 

Cada vez que tenemos un pensamiento negativo que se enquista en nuestra mente,  en forma de juicio por el comportamiento de alguien que no coincide con nuestro sistema de valores, o por situaciones que consideramos injustas, con todo el componente subjetivo que entraña el término... es como si estuviéramos ingiriendo una cucharada de veneno. 
Y el antídoto está en pasar a la acción y solucionar el problema. Pero eso no siempre lo hacemos, con lo que agravamos el conflicto, dañando la salud (física o psicológica). 
A priori, no parece muy tentador.

Y no digo que haya que inmunizarse contra las injusticias del mundo, ni sentarse a ver como nos resbalan los problemas ajenos o los propios...  los que me conocen (y padecen) saben que soy beligerante para algunas cuestiones. Me refiero a seleccionar bien las causas, a decidir que es realmente tan importante como para poner en juego nuestro bienestar, y aprender a confiar que a donde nosotros no llegamos, otros lo hacen. 
(Si se puede, que esa es otra). 

Hay que educar la mente para que juegue a favor, no en contra. 
Para que nuestros pensamientos sean prácticos y nos ayuden a conseguir metas o nos aporten bienestar. Al día son inmumerables los que circulan por nuestra cabeza, no todos son conscientes, por supuesto, o agradables, ni siquiera lógicos... estaría bien entrenarnos para descartar aquellos que no son productivos, que no conducen a ninguna mejora, que sólo sirven para aumentar el desaliento, la amargura o frustración.

Debemos tamizarlos si queremos que nuestra vida sea útil para algo o para alguien. 

Demasiados molinos para tan pocos quijotes.